Daemon marium

PAO-UNIFICADOOriginal
Autor: Daniel Claros (2013)
Traducción: José María De Benito
Idioma: Andaluz
Norma: PAO-UNIFICADO
Daemon marium

Gorbía a l’ogâ
remando’n su biejo bote
quien pehcara en soleá.
Cayendo ehtaba la noxe.

Lejoh de la tierra firme
biejo bote mar quebraba.
Munxa la profundìá
i er peligro qu’enzerraba.

Frío abrazo daba l’agua,
doloroso cuar beneno.
Sólo’n medio de la mar
aferrándose a un remo.

Ahta tierra tengo que nadâ,
pensaba ehte marengo,
pero quieto se queó
en cuantito sintió mobimiento.

Argo grande l’azexaba,
cazaô, letâ i fiero.
Cuar planeta, orbitaba,
insaziable i carroñero.

¿Por qué juera yo a nadâ
Tan zerca de su arcanze?
Ni quisiera gorpeâ.
Fázî muerte pue darme.

Que l’ozéano m’acoja
el aire de mí s’ehcape,
suh sentrañah me deboren
I en su corazón dehcanse.

Par fondo jue a nadâ,
Rápido finâ buhcaba,
sorprendío ar comprobâ
que sin aire rehpiraba.

Siendo ombre de la tierra,
arto i lúzìo, ehcuxaba
en su arma una boh
que serena, preguntaba:

¿Por qué abogah por buhcalla
si tanto temeh la muerte?
En beh de la tierra firme
quieh un abihmo inerte.

Un sê tan impursibo
quie, como tú, apagarse.
Sin luxá ah dezidío
que ya no pueh sarbarte.

Miró ar zielo, p’arriba.
Argo d’ánimo guardaba.
La’hperanza de que juera
Dioh mihmo quien ablaba.

Yo te ruego, ó Señô,
Tu ayúa n’ehte momento.
Que retonne a mi ogâ
abiendo salío ileso.

S’ehpante la mala behtia
motibo’e mi dehtierro,
cuar demonio de loh mareh
i me saqueh d’ehte infienno.

Claro i con sigurìá
rehpondió l’interrogante:
No conohco ar dioh que nombrah
ni soi sarbaó de naide.

No soi quien pa fruhtrâ
las ajenah boluntaeh.
En la mar quisihte entrâ
i así mihmo disiparte.

¿Quién ereh i qué me píeh?
¿Eh mi arma o basayaje?
Raro juera mi amihtá
si no quieh ayùarme.

D’un mar ziego i primitibo,
una de munxah pursioneh.
Mah biejo que Dioh i el ombre,
cuando’r mundo era joben.

No soi la morâ de naide
ni un demonio de loh mareh.
Lo que quiero eh mah simple:
Deleitarme con tu canne.

En tar caso, ¿qué te frena?
¿Por qué combersâ aora?
¿Darte gozo cuar bufón,
retrasando asín la ora?

Ambah carah s’encontraron.
Mu ahpazio s’azercaba.
To fuera terminao.
Grandeh fauzeh enseñaba.

No siempre debe saziarse
er deseo domehticao.
Bentajoso reprimillo
si consigo argo a cambio.

Encontró n’aqueya boca,
ehtando zerca, un ojeto.
Un anzuelo abía clabao
i le causaba sufrimiento.

No jaze munxo, lo mordí.
Mar finâ quisieron darme.
Ombreh de mar, como tú.
Apenah púe ehcaparme.

Tú sabeh cómo jazello,
sólo no pueo apañarme.
Si consigueh ehtraello,
siguro podráh marxarte.

Paeze lo mah prudente
sê un güen samaritano.
Siendo’r prójimo la muerte,
¿quién no quisiera ayúallo?

Apoyándose’n la boca,
atento a la entaúra,
Se dihpuso a liberá
La razón de su amargura.

Zierta sangre s’ehcapaba
remobiendo aqueya jería.
Sozio tenso i cumplìô
supo de contenê la ira.

Orbitando nuebamente,
paborosa compañía,
quien no quiso deboralle,
mu cortéh, se dehpedía.

Pueh irte, como dije.
No ai na que te frene.
Que la tierra te reziba
si bibî eh lo que quieh.

Dehpuéh d’abê combersao,
mah empeño i sentío
pueah encontrâ arriba,
si argo aquí ah aprendío.

Güen marengo rehpondía
sintiendo gran alibio:
Mah nunca qu’ehte día
gorberé a sentirme bibo.

En mi casa ehtaré bien
i lo guardaré cormigo,
ehte anzuelo cuar recuerdo
de lo que oi a suzedío.

Acabáh lah palabrah
del lugâ s’alejaron.
Zeto bien se sumerjía
i er marengo nadando.

A l’orijen mah profundo,
sin luh ni compañero,
güerbe sereno i campante.
A l’Avenno, cuar Zerbero.

Rápido i beloh tengo que yegâ
nadando a lugâ seguro.
No quisiera mah encuentroh
con temoreh d’ehte mundo.

Una beh yegó a la oriya,
el andâ abía ehtrañao,
miró a la mar i meditó
sobre lo qu’abía pasao.

Entrao’n lo lejano,
mar finâ quiso cojerme.
E querío perezê
i jui sarbao pol la muerte.

Quién pudiera sê berdugo,
i abiéndole ayùao,
dezidió qu’era mejón
ca uno por su lao.

¿Quién pudiera imaginâ
que siniehtra criatura
d’acuoso i frío infienno
m’animara a la cordura?

Autor: Daniel Claros (2013)
Idioma: Castellano
Daemon marium

Regresaba al hogar
remando en su viejo bote
quien pescara en soledad.
Cayendo estaba la noche.

Lejos de la tierra firme
viejo bote mal quebraba.
Mucha la profundidad
y el peligro que encerraba.

Frío abrazo daba el agua,
doloroso cual veneno.
Sólo en medio de la mar
aferrándose a un remo.

Hasta tierra he de nadar,
pensaba este marinero,
pero quieto se quedó
cuando sintió movimiento.

Algo grande le acechaba,
cazador, letal y fiero.
Cual planeta, orbitaba,
insaciable y carroñero.

¿Porqué fuera yo a nadar
Tan cerca de su alcance?
Ni quisiera golpear.
Fácil muerte puede darme.

Que el océano me acoja,
el aire de mí se escape,
sus entrañas me devoren
Y en su corazón descanse.

Hacia el fondo fue a nadar,
Rápido final buscaba,
sorprendido al comprobar
que sin aire respiraba.

Siendo hombre de la tierra,
alto y lúcido, escuchaba
en su alma una voz
que serena, preguntaba:

¿Porqué abogas por buscarla
si tanto temes la muerte?
En vez de la tierra firme
quieres un abismo inerte.

Un ser tan impulsivo
quiere, como tú, apagarse.
Sin luchar has decidido
que ya no puedes salvarte.

Miró al cielo, hacia arriba.
Algo de ánimo guardaba.
La esperanza de que fuera
Dios mismo quien hablaba.

Yo te ruego, oh Señor,
Tu ayuda en este momento.
Que retorne a mi hogar
habiendo salido ileso.

Se espante la mala bestia
motivo de mi destierro,
cual demonio de los mares
y me saques de este infierno.

Claro y con seguridad
respondió el interrogante:
No conozco al dios que nombras
ni soy salvador de nadie.

No soy quien para frustrar
las ajenas voluntades.
En el mar quisiste entrar
y así mismo disiparte.

¿Quién eres y qué me pides?
¿Es mi alma o vasallaje?
Raro fuera mi amistad
si no quieres ayudarme.

De un mar ciego y primitivo,
una de muchas pulsiones.
Más viejo que Dios y el hombre,
cuando el mundo era joven.

No soy la moral de nadie
ni un demonio de los mares.
Lo que quiero es más simple:
Deleitarme con tu carne.

En tal caso, ¿qué te frena?
¿Porqué conversar ahora?
¿Darte gozo cual bufón,
retrasando así la hora?

Ambas caras se encontraron.
Muy despacio se acercaba.
Todo hubiera terminado.
Grandes fauces enseñaba.

No siempre debe saciarse
el deseo domesticado.
Ventajoso reprimirlo
si consigo algo a cambio.

Encontró en aquella boca,
estando cerca, un objeto.
Un anzuelo había clavado
y le causaba sufrimiento.

No hace mucho, lo mordí.
Mal final quisieron darme.
Hombres de mar, como tú.
Apenas pude escaparme.

Tú sabes cómo hacerlo,
sólo no puedo apañarme.
Si consigues extraerlo,
seguro podrás marcharte.

Parece lo más prudente
ser un buen samaritano.
Siendo el prójimo la muerte,
¿quién no quisiera ayudarlo?

Apoyándose en la boca,
atento a la dentadura,
Se dispuso a liberar
La razón de su amargura.

Cierta sangre se escapaba
removiendo aquella herida.
Socio tenso y cumplidor
supo contener la ira.

Orbitando nuevamente,
pavorosa compañía,
quien no quiso devorarle,
muy cortés, se despedía.

Puedes irte, como dije.
No hay nada que te frene.
Que la tierra te reciba
si vivir es lo que quieres.

Tras haber conversado,
más empeño y sentido
puedas encontrar arriba,
si algo aquí has aprendido.

Buen marino respondía
sintiendo gran alivio:
Nunca más que este día
volveré a sentirme vivo.

En mi casa estaré bien
y lo guardaré conmigo,
este anzuelo cual recuerdo
de lo que hoy ha sucedido.

Acabadas las palabras
del lugar se alejaron.
Ceto bien se sumergía
y el marinero nadando.

Al origen más profundo,
sin luz ni compañero,
vuelve sereno y campante.
Al Averno, cual Cerbero.

Presto y raudo he de llegar
nadando a lugar seguro.
No quisiera más encuentros
con temores de este mundo.

Una vez llegó a la orilla,
el andar había extrañado,
miró al mar y meditó
sobre lo que había pasado.

Adentrado en lo lejano,
mal final quiso cogerme.
He querido perecer
y fui salvado por la muerte.

Quien pudiera ser verdugo,
y habiéndole ayudado,
decidió que era mejor
cada uno por su lado.

¿Quién pudiera imaginar
que siniestra criatura
de acuoso y frío infierno
me animara a la cordura?