Carta I

PAO-UNIFICADOOriginal
Autora: Gala Vega
Traducción: José María De Benito
Idioma: Andaluz
Norma: PAO-UNIFICADO

Carta I

Si fuera sabío que tu arma ehtaba rota de mientrah me sonreíah, nunca te fuera dejao de marxâ.

Otabía lamento’r día’n que te sorté de la mano. Tan frájî, tan fría. T’aferrabah a mí com’un conejito asuhtao. Perdóname. No supe bê cómo sufríah mientrah toh reían.

Siempre fuihte cercana, ehpontánea, dibertía con toh, pero no yegahte a confiâ tuh secretoh a nadie. Incluso a mí: no soi er mah indicao p’ablâ de cosah seriah. Fui un tonto. Como tantah bezeh m’abíah dixo, ar finâ sí que lo fui.

Mir bezeh m’arrepentío d’aberte dejao de î.

Recuerdo mu nítidamente la primera beh que te bi. La primera beh qu’arrecojí ar conejito asuhtao que dehpuéh se combertiría n’un imponente arze.

Paezíah tranquila, atenta a toh, pero yo poía bê lo nerbiosah qu’ehtabah. Tuh manoh temblaban ar mínimo roze, ¡diabloh!, casí t’exah la copa en lo arto. Tuh pasoh eran torpeh, frájileh, sólo ar prinzipio. Dehpuéh, no sé cómo sucedió, que dejahte de tenê mieo d’ehtâ rodeá de jente. Ese día dehcubrí tu sonrisa por primera beh.

Dehcubrí qu’abía encontrao un tesoro, qu’abía ehtao enterrao demasiao tiempo bajo loh ehcombroh d’una casa’n ruinah.

Ese día m’enseñahte a creê que to eh posible.

Si fuera sabío entonzeh que moh queaba tan poco tiempo pa dehcubrinnoh, abría jexo to lo posible por jazerte sonreî siempre.

─────────◇─────────

Er día amanezió yubioso i con una cálìa umeá que mu pocoh aguantarían ya en ehta época de l’año.

Recuerdo d’abê oío er teléfono sonâ temprano, pero yo sólo poía dejarme de yebâ por er sonío de la yubia. Pasaron un par d’orah ahta conseguî dehpertâ der tranze que me produzía er repiqueteâ de lah gotah sobre las ojah de loh árboleh. Me sentía tranquilo. Como ca mañana, porque siempre iba tarde a toah parteh. Esa mañana no ubo mensajeh. I no le di importanzia.

Si pudiera gorbê p’atráh en er tiempo, i cambiâ una de lah cosah d’ese día, sin duda sería aberte dao yo loh güenoh díah, pur una beh. Quiero pensâ que iguâ asín, te podría abê sarbao.

No pueo recordâ bien er rehto de día ahta la yamá que lo cambiaría to.

“A desaparezío. Si recuerdas cuarquier cosa, yámanoh”. ¿Que poía recordâ? Erah tú la que siempre ehtabah atenta a loh detayeh. Yo sólo me dejaba de yebâ pol la segurìá de tenerte zerca.

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An pasao doh añoh i aún no t’abemoh encontrao.

Quiero pensâ que sigues por aquí, en argún lugâ seguro, ehcondía de toh aqueyoh mieoh que dezíah que teníah i que yo me negaba a creê.

Quier pensâ, qu’anque duela, sigueh aquí entre nosotroh. Sólo que no pueh gorbê d’aonde ehtáh, ar menoh no tú sola.

Quiero pensâ que me boi a dehpertâ con una yamá, con un te nezesito, que bia poê corrê a tu lao i abrazarte i no dejarte de î mah nunca. Quiero pensallo porque la soleá de tu ausenzia comienza a pesâ demasiao.

Asín que si no pueo encontrarte, déjame ar menoh de reunirme contigo. Así ehta carta no podrá sê un dehpedía.

Autora: Gala Vega
Idioma: Castellano

Carta I

Si hubiese sabido que tu alma estaba rota mientras me sonreías, nunca te hubiera dejado marchar.

Aún lamento el día en que te solté de la mano. Tan frágil, tan fría. Te aferrabas a mí como un conejito asustado. Perdóname. No supe ver cómo sufrías mientras todos reían.

Siempre fuiste cercana, espontánea, divertida con todos, pero no llegaste a confiar tus secretos a nadie. Incluso a mí: no soy el más indicado para hablar de cosas serias. Fui un tonto. Como tantas veces me habías dicho, al final sí que lo fui.

Mil veces me he arrepentido de haberte dejado ir.

Recuerdo muy nítidamente la primera vez que te vi. La primera vez que recogí al conejito asustado que después se convertiría en un imponente alce.

Parecías tranquila, atenta a todos, pero yo podía ver lo nerviosas que estabas. Tus manos temblaban al mínimo roce, ¡diablos!, casi te echas la copa encima. Tus pasos eran torpes, frágiles, sólo al principio. Después, no sé cómo sucedió, que dejaste de tener miedo de estar rodeada de gente. Ese día descubrí tu sonrisa por primera vez.
Descubrí que había encontrado un tesoro, que había estado enterrado demasiado tiempo bajo los escombros de una casa en ruinas.

Ese día me enseñaste a creer que todo es posible.

Si hubiese sabido entonces que nos quedaba tan poco tiempo para descubrirnos, habría hecho todo lo posible por hacerte sonreír siempre.

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El día amaneció lluvioso y con una cálida humedad que muy pocos aguantarían ya en esta época del año.

Recuerdo haber oído el teléfono sonar temprano, pero yo sólo podía dejarme llevar por el sonido de la lluvia. Pasaron un par de horas hasta conseguir despertar del trance que me producía el repiquetear de las gotas sobre las hojas de los árboles. Me sentía tranquilo. Como cada mañana, esperaba tus mensajes de buenos días, que yo respondía horas después, porque siempre iba tarde a todas partes. Esa mañana no hubo mensajes. Y no le di importancia.

Si pudiera volver atrás en el tiempo, y cambiar una de las cosas de ese día, sin duda sería haberte dado yo los buenos días, por una vez. Quiero pensar que igual así, te podría haber salvado.

No puedo recordar bien el resto de día hasta la llamada que lo cambiaría todo.

“Ha desaparecido. Si recuerdas cualquier cosa, llámanos”. ¿Qué podía recordar? Eras tú la que siempre estabas atenta a los detalles. Yo sólo me dejaba llevar por la seguridad de tenerte cerca.

─────────◇─────────

Han pasado dos años y aún no te hemos encontrado.

Quiero pensar que sigues por aquí, en algún lugar seguro, escondida de todos aquellos miedos que decías que tenías y que yo me negaba a creer.

Quiero pensar, que aunque duela, sigues aquí entre nosotros. Sólo que no puedes volver de donde estás, al menos no tú sola.

Quiero pensar que me voy a despertar con una llamada, con un te necesito, y que voy a poder correr a tu lado y abrazarte y no dejarte ir nunca más. Quiero pensarlo porque la soledad de tu ausencia comienza a pesar demasiado.

Así que si no puedo encontrarte, déjame al menos reunirme contigo. Así esta carta no podrá ser un despedida.