La luh d’ehte zó de mi tierra

PAONOTA-PorrahCastellano
Autor: Miguel Ángel Hiniesta Sánchez
Adaptación [NOTA-Porrah a PAO]: José María De Benito Saucedo
Norma: PAO
Fuente: NOTA-Porrah en andalú | habla.andaluza


I

Entoabía queaban floreh d’azaá abiertah en loh limoneroh de la plazoleta de Zan Franzihco. Un coxe cruzó rápidamente la Ronda Norte dehando atráh er Matapiohoh pa í ayá arriba. Z’ehcuxó’r ruío de doh maletah en la caye, lah yebaba’r pare, la iha rezién yegá era un preziao tezoro. I en la puerta de la caza ehtaba la mare con zuz ohiyoh cahtañoh ehperando a zu niña. Eya en cuanto ze la encontró dehó be qu’era una muhé mu bezucona. Ar poco, carmá l’anzia que loh conzumía, ze puzieron a ablá:
—E aprendío munxo, aqueyo eh otro mundo.
—¿Antonzeh t’a guhtao?
—A bé, ehto eh otra coza; lo qu’aquí encuentro, Madrí no me lo púo da nunca.


II

Z’azercaron a bizitalla. La tía bibía ayí abaho, en una caza de doz ohoh, d’influenzia ingleza, qu’anque ehtaba ehtropreaíya mantenía la ezenzia arihtocrática que le daba abé zío cohtruía n’er zegundo dezenio der ziglo bente por una familia de la burguezía zalazonera. La mare picó i z’ehcuxaron loh zapatoh de cuña de la tía rezoná n’er zuelo idráulico. En na, la puerta z’abría, dándoleh pazo a un frehco zagualito’e texoh artoh i coló blanco. Como la tía tenía que pintá’r patio i la muxaxa ehtaba dezeandito de hazé argún trabaho con zuh manoh, lah doh ze puzieron ropa bieha i empezaron a mobé loh mazeteroh, la tía l’enganxó n’er delantá un heranio que ze l’abía roto. Antonzeh una boh cruzó l’aire.
—Tita, ¡ai qué bé lo bien que canta la muxaxa eza!
—Eh una gloria ehcuxalla. Mah o menoh por ehta ora ze pone a ayùá a la mare con loz arregloh de la cohtura i empieza a cantá, i como ze deha la bentana abierta ze l’ehcuxa.
—Po aholá que nunca la zierre.
—Mira, loz otroh díah cantaba unoh fandangoh mah bonitoh… I en Zemana Zanta le cantó una zaeta ar Pare Hezú, que bamoh, yo no zoi de yorá, pero me ze cayeron doh lagrimoneh…


III

Pa gorbé a caza tenía que pazá pol Lah Parmerah, por toh laoh abía niñoh hugando, i loh bareh ehtaban petaoh, abía munxa biíya. Ya zaliendo der pazeo, unoh rayoh de zo zinzero l’iluminaron la cara, prehtándole una calìéh que hazía tiempo que no zentía. Notó loz ohoh úmeoh. I zin ningún mieo ze confezó a zi mihma.
—Anque yebo barioz añoh fuera de mi pueblo i e ehtao’n munxoh laoh, eh como zi ninguno d’eyoh pudiera abibá la clarìá de mi arma, zólo lo conzigue la luh d’ehte zitio onde me crié, zólo la luh d’ehte zó de mi tierra.

Autor: Miguel Ángel Hiniesta Sánchez
Norma: NOTA-Porrah
Fuente: NOTA-Porrah en andalú | habla.andaluza


I

Entoabía kedaban floreh d’azaá abiertah en loh limoneroh de la plazoleta de Zan Franzihko. Un koxe kruzó rapidamente la Ronda Norte dehando atráh er Matapiohoh pa ì ayá arriba. Z’ehkuxó er ruido de doh maletah en la kaye, lah yebaba er padre, la iha rezién yegá era un preziao tezoro. I en la puerta de la kaza ehtaba la madre kon zuh z’ohiyoh kahtañoh ehperando a zu niña. Eya en kuanto ze la enkontró dehó bè k’era una muhé mu bezukona. Ar poko, karmá el anzia ke loh konzumía, ze puzieron a ablà:
—E aprendío munxo, akeyo eh otro mundo.
—¿Antonzeh t’a guhtao?
—A bè, éhto eh otra koza; lo k’akí enkuentro, Madrí no me lo pudo dà nunka.


II

Z’azerkaron a bizitahla. La tía bibía ayí abaho, en una kaza de doh z’ohoh, d’influenzia ingleza, ke anke ehtaba ehtropreaíya mantenía la ezenzia arihtokrátika ke le daba abè zío kohtruía en er zegundo dezenio der ziglo bente por una familia de la burgezía zalazonera. La madre pikó i z’ehkuxaron loh zapatoh de kuña de la tía rezonà en er zuelo idráuliko. En na, la puerta z’abría, dándoleh pazo a un frehko zagualito de texoh artoh i koló blanko. Komo la tía tenía ke pintà er patio i la muxaxa ehtaba dezeandito de azè argún trabaho kon zuh manoh, lah doh ze puzieron ropa bieha i empezaron a mobè loh mazeteroh, la tía l’enganxó en er delantá un heranio ke ze l’abía roto. Antonzeh una boh kruzó el aire.
—Tita, ¡ai ké bè lo bien ke kanta la muxaxa eza!
—Eh una gloria ehkuxahla. Mah o menoh por ehta ora ze pone a ayudà a la madre kon loh z’arregloh de la kohtura i empieza a kantà, i komo ze deha la bentana abierta ze l’ehkuxa.
—Po aholá ke nunka la zierre.
—Mira, loh z’otroh díah kantaba unoh fandangoh mah bonitoh… I en Zemana Zanta le kantó una zaeta ar Padre Hezúh, ke bamoh, yo no zoi de yorà, pero me ze kayeron doh lagrimoneh…


III

Pa borbè a kaza tenía ke pazà por Lah Parmerah, por toh laoh abía niñoh hugando, i loh bareh ehtaban petaoh, abía munxa bidiya. Ya zaliendo der pazeo, unoh rayoh de zo zinzero l’iluminaron la kara, prehtándole una kalidéh k’azía tiempo ke no zentía. Notó loh z’ohoh úmedoh. I zin ningún mieo ze konfezó a zi mihma.
—Anke yebo barioh z’añoh fuera de mi pueblo i e ehtao en munxoh laoh, eh komo zi ninguno d’eyoh pudiera abibà la klaridá de mi arma, zolo lo konzige la luh d’ehte zitio onde me krié, zolo la luh d’ehte zó de mi tierra.

Autor: Miguel Ángel Hiniesta Sánchez
Lengua: Castellano
Fuente: NOTA-Porrah en andalú | habla.andaluza


I

Todavía quedaban flores de azahar abiertas en los limoneros de la plazoleta de San Francisco. Un coche cruzó rápidamente la Ronda Norte dejando atrás el Matapiojos para ir allá arriba. Se escuchó el ruido de dos maletas en la calle, las llevaba el padre, la hija recién llegada era un preciado tesoro. Y en la puerta de la casa estaba la madre con sus ojillos castaños esperando a su niña. Ella en cuanto se la encontró dejó ver que era una mujer muy besucona. Al poco, calmada el ansia que los consumía, se pusieron a hablar:
—He aprendido mucho, aquello es otro mundo.
—¿Entonces te ha gustado?
—A ver, esto es otra cosa; lo que aquí encuentro, Madrid no me lo pudo dar nunca.


II

Se acercaron a visitarla. La tía vivía allí abajo, en una casa de dos ojos, de influencia inglesa, que, aunque estaba algo estropeada mantenía la esencia aristocrática que le daba haber sido construida en el segundo decenio del siglo veinte por una familia de la burguesía salazonera. La madre picó y se escucharon los zapatos de cuña de la tía resonar en el suelo hidráulico. Al momento la puerta se abría dándoles paso a un fresco zaguán de techos altos y color blanco. Como la tía tenía que pintar el patio y la muchacha estaba deseando hacer algún trabajo con sus manos, las dos se pusieron ropa vieja y empezaron a mover los maceteros, la tía le enganchó en el delantal un geranio que se le había roto. Entonces una voz cruzó el aire.
—Tita, ¡ay que ver la bien que canta la muchacha esa!
—Es una gloria escucharla. Más o menos por esta hora se pone a ayudar a la madre con los arreglos de la costura y empieza a cantar, y cómo se deja la ventana abierta se le escucha.
—Ojalá que nunca la cierre.
—Mira, los otros días cantaba unos fandangos más bonitos… Y en Semana Santa le cantó una saeta al Padre Jesús, que vamos, yo no soy de llorar, pero se me cayeron dos lagrimones…


III

Para volver a casa tenía que pasar por Las Palmeras, por todos lados había niños jugando, y los bares estaban llenos, había mucha vidilla. Ya saliendo del paseo, unos rayos de sol sincero le iluminaron la cara, prestándole una calidez que hacía tiempo que no sentía. Notó los ojos húmedos. Y sin ningún miedo se confesó sí misma.
—Aunque llevo varios años fuera de mi pueblo y he estado en muchos lugares, es como si ninguno de ellos pudiera avivar la claridad de mi alma, solo lo consigue la luz de este sitio donde me crié, solo la luz de este sol de mi tierra.

Afoto por cortezía de José M. Figuereo