Er corazón mecánico, 1ª Entrega

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PAO-UNIFICADOOriginal

Autor: Miguel Ángel Hiniesta Sánchez
Traducción: José María De Benito
Idioma: Andaluz
Norma: PAO-UNIFICADO

Er corazón mecánico


Primera parte

Er mehmo tren que le sacaba de Franzia i le degorbía a Ehpaña tie un lugâ importante n’ehta ihtoria. Porque a l’artura de Canfranc er tren dehcarriló i anque no se mató nadie ni ubo munxa sangre, el Adrián cayó sobre un burto que le rompió l’ehternón i le frahmentó lah cohtiyah. Cuando yegó l’equipo de rehcate cuasi no poía resoyâ, lo sacaron de buya der bagón i en er mehmo ehpitâ bieron que lah ehquillah de güeso se’abían clabao en lah paereh der corazón dejándolo múrtiplemente perforao i no abía manera d’ehtraellah o suturâ sin dejâ’r múhculo tan débî como pa tenê que jazê un trahplante. Er tiempo seguía abanzando i no tenían otra ozión que dejallo de morî…


Segunda parte

Cormozionao, er zirujano s’azercó a loh laboratorioh de loh alunnoh de l’ohpitâ unibersitario qu’ehtaban desatendíoh por er cambio de gobienno i se yebó’r corazón artifiziâ qu’ehtaban desarroyando. La máquina le daría bía unoh díah de mientrah que conseguían un órgano de berdá i en tola inzertidumbre, er zirujano, secretamente s’encomendó a lah juerzah supremah i pa eyah dirijió sus ejuerzoh. I er cuerpo yaziente, tan diferente i yamatibo, tan joben, de zagâ, con er pelo negro i largo, con la frajilìá que mah que por su situazión en ér paezía inerente; dihpertó…


Tercera parte

Ehtaría como doh meseh recuperándose i yegó a su abitazión er minihtro de Fomento. Dihpuéh de jazelle comprendê la trazzendenzia de su caso: er primer caso d’Uropa aonde abían poío suhtituî por un corazón artifiziâ, en uso prolongao según loh análisih, a uno naturâ; le imbitó, a moo de protejío mah que d’imbitao, una temporá’n su casa pa que pudiera sê auténtico tehtimonio de l’abanze téhnico d’esa gran Ehpaña.

Rearmente l’Adrián no deseaba de î con él, pero su enfermera le recomendó que juera complaziente porque’r paíh ar qu’abía entrao ar salî de Franzia no era er qu’aora tenía alante. Loh díah de la nazión democrática s’abían aplazao a un largo mañana que tardaría en sê i ya no gorberían a dihcutî en suh inzesanteh, argunah bezeh cohtruhtiboh, enfrentamientoh loh partíoh de l’Águila i er Toro Blanco; porque ehte úrtimo abía rezibío en un golpe de ehtao ájî, i cuasi combeniente par ziudadano, er poê de l’ejérzito. Se le planteaba la dificurtá d’ehtablezerse n’un paíh de leyeh, pero sin libertaeh, con juhtizia, pero sin equìá i to sin el latî der corazón suyo, de su corazón propio. Con er resurtao d’un paíh ossesionao con la téhnica i el abanze…


Cuarta parte

El Adrián yegó a Madrí i la encontró tan trihte como siempre, tan consumihta, pobre i parásita, anque n’er plano de su dohtrina: tremendamente omojénea. Er menihtro era una presona de gran serieá que miraba siempre con los ojiyoh empequeñezíoh; pero d’una rehtitú, acorde a su ética, reconozible.

I ehtubo ayí unoh díah en la casa d’aquel ombre jablando con jente que debía de sê importante i dejando la bía i lah cosah de pasâ recocleándose’n l’ausenzia de sí i de su mah profunda intimìá i tratando de juhtificâ su nueba situazión…


Quinta parte

Con er menihtro bibía su ija que s’encontraba mah prósima a loh treinta qu’a loh beinte i no a boluntá sino por la curiosìá, qu’eh umana, jue fijándose n’er zagâ. I cuando beía a la criá de laballe lah camisetitah blancah o lah xaquetah o se cruzaba con él en er pasiyo o en er mehmo comeô, su atenzión se dirijía azia a ehte. I ponía tanto ejuerzo en su presona, que no se l’ehcapaban lah güertah de lah trenzah que sujetaban er cabeyo a su sien o de que cuando la boca se le maxaba con la crema o la nata, mah se l’apetezía. i manque contra su auténtico sentimiento, ansiaba dominallo ahta en su ahpehto mah íntimo, biolentâ su presona i jazê de su cuerpo fino ihtrumento pa su satihfazión…


Sexta parte

I en esah cabilazioneh andaba la xiquiya planteándose sin cuehtionarse munxo como jacê influenziable ar que l’era menô i azercándose a una joyería buhcó una preziosa ehclaba de platino con piedrezitas engahtáh. Cuando l’Adrián pasaba por er pasiyo, la Ana le pidió qu’entrara a su cuarto. A medía que trataba de combenzello con jehtoh, lo intimidaba con palabrah i lo iba azercando ca beh mah a la paré ahta que sentía er xico una presión en er pexo cozziente de que lo que brillaba en la caja no era ni siquiera un pago, sino un cebo pa combertillo n’una cosa tomá i dependiente, siempre jundío en lah dihposizioneh d’otro…

Pero cuando se sentía mah burnerao, mah atacao, mah… jerío, alebantó su boh potente con la negatiba i en su cara de sorpresa i su mano con sortija bio la sombra de l’alienazión, er fruto der tormento d’una mujê qu’abía repetío un patrón de conduhta qu’abía bibío i que s’abía quemao en su canne; i en su interiô l’Adrián pensaba: «¿Qué t’an jexo? ¿Qué t’an jexo?»…

Autor: Miguel Ángel Hiniesta Sánchez
Idioma: Castellano

El corazón mecánico


Primera parte

El mismo tren que le sacaba de Francia y le devolvía a España tiene un lugar importante en esta historia. Porque a la altura de Canfranc el tren descarriló y aunque no murió nadie ni hubo mucha sangre, Adrián cayó sobre un bulto que le rompió el esternón y le fragmentó las costillas. Cuando llegó el equipo de rescate casi no podía respirar, lo sacaron con prisa del vagón y en el mismo hospital vieron que las esquirlas de hueso se habían clavado en las paredes del corazón dejándolo múltiplemente perforado y no había manera de extraerlas o suturar sin dejar el músculo tan débil como para tener que hacer un trasplante. El tiempo seguía avanzando y no tenían otra opción que dejarlo morir…


Segunda parte

Conmocionado el cirujano se acercó a los laboratorios de los alumnos del hospital universitario que estaban desatendidos por el cambio de gobierno y se llevó el corazón artificial que estaban desarrollando. La máquina le daría vida unos días mientras conseguían un órgano de verdad y en toda la incertidumbre el cirujano secretamente se encomendó a las fuerzas supremas y hacia ellas dirigió sus esfuerzos. Y el cuerpo yaciente tan diferente y llamativo, tan joven, de muchacho, con el pelo negro y largo, con la fragilidad que más que por su situación en él parecía inherente: despertó…


Tercera parte

Estaría como dos meses recuperándose y llegó a su habitación el ministro de Fomento y después de hacerle comprender la transcendencia de su caso: el primer caso de Europa donde habían podido sustituir por un corazón artificial, en uso prolongado según los análisis, a uno natural; invitarle, a modo de protegido más que de invitado, una temporada en su casa para que pudiera ser autentico testimonio del avance técnico de esa gran España.

Realmente Adrián no deseaba ir con él pero su enfermera le recomendó que fuera complaciente porque el país al que había entrado al salir de Francia no era el que ahora tenía delante, los días de la nación democrática se habían aplazado a un largo mañana que tardaría en ser y ya no volverían a discutir en sus incesantes, algunas veces constructivos, enfrentamientos los partidos del Águila y el Toro Blanco porque este último había recibido en un golpe de estado ágil, y casi conveniente para el ciudadano, su poder del ejército. Se le planteaba la dificultad de establecerse en un país de leyes, pero sin libertades, con justicia, pero sin equidad y todo sin el latir del corazón suyo, de su corazón propio. Con el resultado de un país obsesionado con la técnica y el avance…


Cuarta parte

Adrián llegó a Madrid y la encontró tan triste como siempre, tan consumista, pobre y parásita, aunque en el plano de su doctrina: tremendamente homogénea. El ministro era una persona de gran seriedad que miraba siempre con los ojos empequeñecidos, pero de una rectitud, acorde a su ética, reconocible.

Y estuvo allí unos días en la casa de aquel hombre hablando con gente que debía de ser importante y dejando la vida y las cosas pasar recreándose en la ausencia de sí y de su más profunda intimidad y tratando de justificar su nueva situación…


Quinta parte

Con el ministro vivía su hija que se encontraba más próxima a los treinta que a los veinte y no a voluntad sino por la curiosidad, que es humana, fue fijándose en el muchacho y cuando veía a la criada lavarle las camisetitas blancas o las chaquetas o se cruzaba con él en el pasillo o en el mismo comedor, su atención tendía hacia él y ponía tanto esfuerzo en su persona que no se le escapaban la vueltas de las trenzas que sujetaban el cabello a su sien o la boca que si se le manchaba con la crema o la nata más se le apetecía y aunque contra su auténtico sentimiento, anhelaba dominarlo hasta en su aspecto más íntimo, violentar su persona y hacer de su cuerpo, fino instrumento para su satisfacción…


Sexta parte

Y en esas cavilaciones andaba la muchacha planteándose sin cuestionarse mucho como hacer influenciable al que le era menor y acercándose a una joyería buscó una preciosa esclava de platino con piedrecitas engastadas. Cuando Adrián pasaba por el pasillo Ana le pidió que entrara a su cuarto. A medida que trataba de convencerlo con gestos, lo intimidaba con palabras y lo iba acercando cada vez más a la pared hasta que sentía el chico una presión en el pecho consciente de que lo que brillaba en la caja no era ni siquiera un pago, sino un cebo para convertirlo en una cosa tomada y dependiente siempre hundido en las disposiciones de otro… Pero cuando se sentía más vulnerado, más atacado, más… herido, levantó su voz potente con la negativa y en su cara de sorpresa y su mano con sortija vio la sombra de la alienación, el fruto del tormento de una mujer que había repetido un patrón de conducta que había vivido y que se había quemado en su carne y en su interior Adrián pensaba: «¿Qué te han hecho? ¿Qué te han hecho?»…